Expertos
y organizaciones llaman la atención sobre la necesidad de pausar el frenesí
tecnológico.
El discurso de las
bondades de la tecnología lo conocemos bien: internet y los dispositivos
móviles abrieron puertas que hace medio siglo lucían inalcanzables, con acceso
prácticamente ilimitado e instantáneo a la información, a nuestros contactos y
al entretenimiento. Pero esta historia tiene un lado B, un universo paralelo en el que
sus efectos secundarios empiezan a causar problemas y en el que han aparecido
voces que promueven un nuevo evangelio: la desconexión.
El viernes, más de
40.000 personas en varios lugares del mundo participaron en The National Day of
Unplugging (el día nacional de la desconexión) y aceptaron el reto de renunciar
a cualquier dispositivo tecnológico durante 24 horas, para enfocarse en su vida
‘análoga’, como meditar o hacer deporte. Lo promovió Reboot, una organización
que en el 2010 lanzó el ‘Shabbat Manifesto’, un decálogo con el que invita a
los usuarios a tener un uso saludable de la tecnología mediante actividades
como excursiones, charlas cara a cara con los seres queridos y el disfrute del
silencio. Aunque The National Day of Unplugging es su recurso más visible, la
idea de que las personas consigan reservar un tiempo sagrado para sí mismas,
por fuera del mundo virtual, es una de sus luchas constantes y la promueven
como una necesidad diaria o, al menos, semanal.
Tanya Schevitz,
vocera de Reboot, le dijo a EL TIEMPO que el proyecto nació cuando se dieron
cuenta de que “la gente ya no sabe cómo entablar conversaciones al azar en un
café o una parada de bus porque su atención está siempre puesta en sus celulares. Nos hemos convertido en una
sociedad que está conectada 24/7 y quisimos ayudar a las personas a retomar el
control que la tecnología les estaba arrebatando”.
Este es el mismo
principio de organizaciones como Digital Detox, que se dedica a promover retiros
para que la gente se ‘desintoxique’ del bombardeo digital, con el lema
‘desconectarse es reconectarse’; el Programa Desconect@ en Barcelona o Time
Well Spent, el colectivo que fundó el exempleado de Google Tristan Harris,
quien, después de años trabajando para mantener conectada a la gente, hoy promueve la creación de
aplicaciones que nos ayuden a limitar el uso de nuestros dispositivos
electrónicos.
En la realidad de
hoy, estos grupos cumplen una función parecida a la de los apóstoles: ofrecer
soluciones al malestar espiritual del mundo. Según la consultora Flurry, en el
mundo hay unos 300 millones de adictos a sus teléfonos celulares. Y siguen
apareciendo trastornos que merecen el análisis de las ciencias médicas, como el
‘phantom pocket-vibration syndrome’ (síndrome del bolsillo vibrante), que lleva
al usuario a revisar constantemente su teléfono ante la falsa sensación
compulsiva de sentir que vibra, o el conocido Fomo (‘Fear Of Missing Out’ o
miedo a perderse de algo), definido como la angustia que lleva a los usuarios a
sentir que, al no estar conectados, están dejando de hacer parte de algo
importante.
El propósito de mantenerse a salvo del caudal digital ha llegado
incluso a la ley. Tal es el caso de
Francia, donde este año entró en vigencia la norma que le da a la desconexión
la categoría de derecho y prohíbe a las empresas exigirles a sus empleados
estar al tanto de las notificaciones (por correo, chat o cualquier otro método
digital) que se emitan por fuera de los horarios laborales.
En Alemania, algo
similar pasó gracias a Volkswagen, que configuró sus servidores para no
permitir que los correos electrónicos llegaran a sus empleados en el lapso
transcurrido entre media hora después de terminar sus turnos y 30 minutos antes
de comenzar la jornada. La decisión resultó tan positiva que el Ministerio de
Trabajo promociona este modelo en las demás empresas del país, con el ánimo de
mantener a salvo del estrés el tiempo libre y evitar el exceso de trabajo.
En esta época de
hiperconexión y del continuo estado online, dice el psicólogo español Xavier
Guix en su artículo ‘El deseo de desconectar’, algunos de nosotros hemos
empezado a “buscarnos por un rato a nosotros mismos, a los nuestros, a lo que
es verdaderamente auténtico, a lo natural más que lo artificial: la sustancia
frente a la materia”.
Las palabras de
Guix, como las de muchos de los defensores de la desconexión, dejan ver un
enfoque naturalista, una especie de tendencia que promueve el regreso a lo
básico, como se hace con lo orgánico sobre la comida chatarra. Tal vez por esta razón, buena
parte de su discurso recurre a comparaciones con la alimentación y ha dado pie
a conceptos como ‘infobesidad'’ (sobrecarga informativa) o ‘desintoxicación
digital’.
De hecho, en
conversación con este diario, Susan Moeller, directora del Centro Internacional
para Medios de Comunicación y Asuntos Públicos de la Universidad de Maryland,
comentó que entre sus estudiantes intenta promover la idea de llevar una ‘dieta
digital’ saludable, con pausas y horas sin tecnología.
Ella dirigió el
estudio ‘The World Unplugged’, que incluyó a 1.000 universitarios de los cinco
continentes que se desconectaron durante 24 horas. La prueba arrojó datos
alarmantes, como que más de la mitad de los jóvenes consideran a sus ‘smartphones’
parte de sus cuerpos y padecen una sensación de desprotección o depresión al no
tenerlos cerca. “Está claro que una conexión descontrolada tiene un alto costo
emocional”, asegura.
Los testimonios
del experimento así lo demostraron. En el registro de las sensaciones que
experimentaron los estudiantes en su día sin conexión pueden leerse cosas como: “me sentí casi discapacitado en
mis habilidades para vivir”, “al desconectar el cable de
internet de mi casa sentí como si apagara un sistema de soporte vital”, “me
siento como un adicto a las drogas”, “interactué con mis padres más de lo
normal”, “lo más importante que descubrí fue que, cuando te desconectas,
comprendes la gran cantidad de actividades de calidad que puedes hacer”, y “pudimos volver a disfrutar los
placeres sencillos de la vida”.
El
componente persuasivo: ¿En qué
momento comenzamos a necesitar de organizaciones y normas para desconectarnos?
El filósofo español Daniel Innerarity escribió un ensayo que publicó el diario
‘El País’ de España en el que explica que la explosión de las redes sociales y
las herramientas móviles traen consigo “una imposición de disponibilidad
continua” atada a la inmediatez. Y
sobre ella se está dibujando otra realidad de la que habla el psicólogo
uruguayo Roberto Balaguer, quien sostiene que empezamos a tener problemas
cuando permitimos que lo digital se asentara en casi todos los terrenos de
nuestras vidas.
Según él, esto se
traduce en que un celular o un computador ya no son simplemente un celular o un
computador, sino un GPS, un reloj despertador, un buscador de pareja, una
cámara, un organizador de tareas, una libreta de apuntes, un libro... Asegura
Balaguer que hoy los dispositivos “dan amparo y divertimento, y mientras más
roles puedan cumplir mayor es la dependencia que pueden causar”.
El analista de
medios Omar Rincón atribuye parte del exceso de conexión a una sed histórica de
la gente por expresarse: “La tecnología ha llenado el vacío de poder publicar
lo que pensamos y hacemos. Antes éramos solo audiencia y hoy sentimos que
podemos ser emisores también. Por eso hay un estallido de expresividad. Si opinamos con calidad o no, ese es otro tema, pero estamos en
este ‘boom’ porque nunca habíamos podido hablar, y ahora, por primera vez,
podemos hacer parte del espacio público. Para eso, es necesario conectarse”.
La revista ‘The
Atlantic’ le preguntó a Tristan Harris, fundador de Time Well Spent y uno de
los voceros más notables de la desconexión, por qué esta es necesaria. Él
respondió que la mayoría de las empresas que dominan el plano digital, como
Facebook, Instagram, Twitter y Google, obtienen sus ingresos de la publicidad
y, en consecuencia, diseñan sus productos para mantenernos frente a la
pantalla. “Estos servicios –afirma– están en competencia por nuestro tiempo y
buscan arrebatarle minutos a nuestro sueño o a nuestros seres queridos”.
Harris enfatiza
que se trata de una guerra y que el diseño de los productos de estas empresas
tiene un fuerte componente de psicología persuasiva –él mismo, antes de trabajar
en Google, formó parte del laboratorio de tecnología persuasiva de Stanford– y
explotan el sistema de recompensas del cerebro: un ‘like’, un retuit, un
‘mention’ , un ‘tag’ en una foto están pensados para liberar dopaminas en los
usuarios y por eso, en ciertos casos, los usuarios los buscan compulsivamente. En ese sentido, una de las
líneas en la que Time Will Spent más trabaja es en lograr que las empresas sean
más éticas a la hora de lanzar sus herramientas y que sirvan para mejorar la
vida de los usuarios. Por
eso, uno de sus proyectos consiste en crear un certificado para las empresas
desarrolladoras de ‘software’ que trabajen con estos valores en mente, algo
parecido al sello orgánico de los alimentos.
Balance, la clave: Para
Susan Moeller, la hiperconexión que padecemos no significa que estemos en un
permanente estado de hipnosis en el que no tenemos consciencia de lo que pasa
alrededor. “Después de los experimentos que hemos hecho –dice–, los jóvenes se
dan cuenta de qué está bien y qué anda mal en la manera en que usan la
tecnología. Los usuarios son capaces de sentir el exceso y al desconectarse
pueden ver con claridad de qué se están perdiendo. Ese es un buen comienzo”.
Algo que tienen en
común todos estos movimientos de lucha por espacios libres de conexión es que
no desconocen los beneficios que la tecnología puede entregar y en ese sentido
no son radicales, no promueven una desconexión total. Su mensaje, más bien, se enfoca
en hacerle saber al usuario que está en capacidad de encontrar su propio ritmo.
“No estamos
hablando solo de jóvenes nativos digitales –afirma Tanya Schevitz–. En algunas
conversaciones que he tenido con niños y adolescentes, muchos cuentan que les
parece normal estar todo el tiempo mirando la pantalla de sus dispositivos porque
sus padres hacen lo mismo, lo que en ciertos casos puede hacernos pensar que la
desatención de los adultos está invitando a una mayor conexión en los más
pequeños”.
Algo que está
claro es que el auge de la conexión continuará, sobre todo en estos años en los
que el internet de las cosas promete nuevos dispositivos para llevar a otro
nivel todas nuestras actividades. No es que los promotores de la
desconexión lo vean como el apocalipsis. Lo que buscan es que cuando eso
ocurra, los usuarios tengan escudos para protegerse.
En busca de
una desintoxicación: La
‘desintoxicación digital’ es un término que se está volviendo común en países
como Estados Unidos, Corea del Sur o Japón, donde la adicción a los
dispositivos electrónicos y a los videojuegos comienza a ser un problema de
salud pública. Generalmente, este tipo de ‘tratamiento’, que no siempre
responde a una patología sino también al deseo de descansar del bombardeo
digital, es ofrecido por centros especializados que organizan retiros a
ambientes naturales acompañados de charlas sobre la importancia de la
socialización y el contacto personal con los seres queridos.
En Japón, por
ejemplo, el psiquiatra Takashi Sumioka, especialista en el tratamiento de la
adicción a internet, creó un método en el que el adicto debe llenar un diario por seis meses en los que estará
sometido a la desconexión total para, en cada caso, ir identificando cuál debe
ser la prioridad por atacar en el paciente.
Para casos menos
extremos, en la onda de tener un uso saludable, expertos recomiendan estar al
menos tres horas al día lejos del teléfono celular, lo mismo que destinar un
día semanalmente a estar desconectado, desactivar las notificaciones al llegar
a casa y no mirar el teléfono cuando es la hora de comer. Es conveniente que
todas estas determinaciones se conviertan en un pacto con las personas que nos
rodean para que el trabajo de grupo refuerce al individual.
Diego Alarcon – Tecnósfera El Tiempo
ACTIVIDADES:
1. Selecciona una idea o frase que le haya
parecido interesante de la lectura y realice un comentario.
2. Comparta la lectura con sus padres/acudientes y pídales que realicen
un comentario.
3. Estaría de acuerdo en participar en El día bolivariano de la
desconexión?
Si ___ o No ___ Por qué?
4. Pregunte a sus padres/acudientes si estarían dispuestos a estar un
día desconectados de cualquier tipo de dispositivo tecnológico?
Si ___ o No ___ Por qué?
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C.C.