Las redes sociales y las nuevas
tecnologías ofrecen unas vastísimas oportunidades. Pero es hora de reconocer
que hemos fallado en cuanto a la actitud con que las asumimos. Quiero
invitarlos a asumir una actitud crítica y cuestionadora.
Quiero empezar por decirle querido lector, que las redes
sociales no son su segundo hogar, sino un espacio dispuesto “gratuitamente” por
mega-corporaciones privadas, a cambio de que usted se deje diseccionar en
partes comercialmente rentables. No las rige el altruismo de unos seres que
quieren iluminar a la humanidad conectándola, como podríamos pensar, sino
inmensas corporaciones como Facebook, Google, Twitter, que hacen oro a
partir de manejar datos y manipular la forma en que las personas construyen sus
identidades. El objetivo es la personalización de la publicidad: entrar en su
espacio privado y garantizar un control sobre su subjetividad.
Justamente por esto, las redes sociales se sirven de una
invitación sagaz, que invoca nuestra poderosa necesidad de ser vistos y de
sentirnos parte, diciendo: escribe, dibuja, toma fotos y haz links, muestra tus
emociones de la forma más cándida posible, y tendrás amigos y serás visto. Y el
hecho de que un adulto promedio revise el Smartphone cada 6 minutos y medio (150
veces al día), es una clara muestra de que la invitación es irresistible, pero
también tramposa, porque nunca nos colma aquello que promete.
El Facebook es un ejemplo bastante ilustrador de la lógica
básica de las redes sociales: se basa en el número de “amigos” y esos
deliciosos “me gusta” que usted ha llegado a necesitar, sin darse cuenta. Pero
cuando la red social se basa en algo tan superficial como la popularidad
y el agrado, lo que tenemos es una red de apoyo para nuestro narcisismo.
Porque en las redes sociales todos somos narcisistas: tanto el ingenuo que
confiesa su amor definitivo ante una audiencia virtual, como el “amigo” que da
“me gusta” mientras se ríe.
"Para desarrollar
nuestro yo virtual no se necesita nada de talento, sino la ingenuidad
suficiente para hacer un espectáculo emocional sin filtro".
En las redes sociales hay una invitación a la transparencia,
que nos hace responder felizmente, como personajes de un reality, dónde
estuvimos, cuál es nuestra marca de jeans favorita, qué posición nos gusta en
la cama. Pero perdemos de vista que al 99% de los “amigos” o “fans” que están
al otro lado de una pantalla, no les importa.
Solo tocamos al otro cuando la transparencia se vuelve
pornografía emocional. Tenemos que reconocer que la halada de pelo, el reclamo
de la novia, el periodista que mata socialmente o el intercambio de insultos de
caudillos de la patria son fuentes perversas de placer. Para desarrollar
nuestro yo virtual no se necesita nada de talento, sino la ingenuidad suficiente
para hacer un espectáculo emocional sin filtro.
Los Smartphone y las Tablet, trajeron a nuestras vidas un
nuevo mandato: tenemos que estar disponibles todo el tiempo. Ya no hay razones
valederas para no responder de ipso facto. Ya no podemos escaparnos del control
policial de nuestras parejas y de nuestros jefes. Y la realidad es que esa
capacidad de estar disponibles y esa exigencia tácita de disponibilidad, han
vuelto la existencia extenuante. Toda nuestra experiencia se rompe una y
otra vez: sea con la pantalla del computador, con el teléfono inteligente o con
la tablet.
El multitasking es un imperativo. Pero ya lo demostraron los
estudios neurológicos más rigurosos: el multitasking es simple y llana
distracción. La atención dividida es también desatención multiplicada. Por eso
se ha venido hablando del “tiempo de la distracción global”.
Y mientras estamos ocupados chateando, publicando,
twitteando, montando fotos, generalmente no queda tiempo para cultivar lo
esencial: las relaciones de carne y hueso. El afán es nuestro ritmo. Cada
aplicación, cada dispositivo, una vez logran someternos hasta la inconsciencia,
se apoderan de nuestro tiempo. Y es justo ahí cuando tropezamos y caemos.
Porque la lentitud es el ritmo de la realización, la consciencia y la
profundidad y el afán la cadencia de la superficialidad y la torpeza.
No sé si alguna vez se ha preguntado si sea tan bueno que en
el mismo sitio se ejerza la democracia, se queje una actriz porque la dejó su
novio, se postee la receta de jugos que nos quitan el cáncer, se cite a
Churchill en boca de Gandhi, y se muestre el video de un buda fluorescente al
lado de una pelea de James con Zidane. Yo creo que las redes sociales nos han
hecho confundir los espacios.
Como también nos hicieron confundir la realidad con la
virtualidad. Nos desconectamos del cuerpo y sus sentidos. Cada vez nos alejamos
más de la realidad concreta del tacto, el olor y los sentidos, hasta el punto
de volvernos procrastinadores y fofos para la presencia física y su exigencia.
El cuerpo es el gran marginado del ciberespacio.
Y esa confusión es trágica, porque sin reconocerlo nos
volvimos eternos espectadores, apáticos y cobardes. Jugamos a participar,
jugamos a tener amigos, jugamos a interactuar, jugamos a hacer un mundo mejor,
pero mirémonos por un momento: nunca dejamos de estar sentados en la comodidad
de nuestra poltrona favorita. En las redes sociales todos estamos evadiendo la
responsabilidad de construir el mundo, tranquilizados por la ilusión de que los
datos son lo mismo que la realidad. Postear no nos convierte en actores
políticos, ni amantes consumados, ni buenos padres.
Finalmente me gustaría recordarle que los “amigos” de las
redes no son lo mismo que sus amigos; que un “me gusta” no significa que
alguien lo valora; que información no es igual a conocimiento y “compartir” no
es entrega.
Lo que le estoy sugiriendo, querido lector, es que no siga
dejando que sus dispositivos y sus redes se conviertan en un muro que lo separa
de la vida.
Sebastián restrepo. Psicólogo
Gestaltista y Sistémico – Revista Cromos 100 Años
ACTIVIDADES:
1. Realice una reflexión corta sobre
la lectura donde aborde la idea que más le llamó la atención.
2. A través de un ejemplo o un texto
reflexivo exprese lo que le indica la siguiente frase: "Para desarrollar
nuestro yo virtual no se necesita nada de talento, sino la ingenuidad
suficiente para hacer un espectáculo emocional sin filtro".
3. Qué opinan sus padres y/o
acudiente sobre la lectura?
Firma del Padre/Acudiente
_____________________ Parentesco
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